domingo, 27 de noviembre de 2016

Superhéroes y heroínas.

Cuántas veces a lo largo de nuestras vidas nos han jodido nuestros propios superhéroes.
No me malinterpretéis, al hablar de superhéroes me refiero a esas personas que amamos.
Esas personas que parecen tener poderes, personas que curan nuestros males con simplemente sonreírnos. Personas que son felicidad.
Pero a veces se les cae la capa, a veces dejan de tener poderes, a veces vuelven a ser simples mortales.
Y es que, a veces ellos también nos hacen daño.
Ahí es cuando descubres que no todo lo que reluce es oro.
Todo el mundo ama a sus superhéroes favoritos, pero, ¿realmente estamos preparados para ver como hasta ellos nos fallan?
Son personas por las que lo darías todo, da igual quien para ti sea esa persona tan especial a la que llamas héroe. Lo importante es que tienes uno y ojalá que nunca te toque llorarle.
Porque señores, los héroes y heroínas también nos fallan, también nos mienten y también nos engañan.
Y lo peor de todo es que juegan con ventaja, porque de antemano nosotros haríamos de todo por ellos.
No digo que todas esas personas acaben haciéndonos daño, pero la gran mayoría sí.
No todos aman igual, no todos van a darnos lo que reciben por nosotros, al igual que muchos otros nos dan muchas cosas y nosotros no les damos nada.
Para muchas personas sus héroes son sus padres, sus amigos de la infancia, el amor de su vida o incluso su hermano... pero hasta esos héroes hieren aunque sea indirectamente.
Los héroes también destruyen, los monstruos también se enamoran y los dioses también aman.
Puede que sea ahí cuando nuestros superhéroes se bajan del pedestal, cuando a nosotros se nos cae la venda de los ojos, cuando descubrimos que los únicos y verdaderos héroes y heroínas merecedores de todos nuestros respetos son nuestros abuelos.
Es ahí donde descubrimos que con ellos siempre ha existido la magia, los poderes, los mejores juegos, nos han contado las mejores historias y nunca, incluso después de la muerte, jamás se les caerán la capa. Con ellos las palabras sobraban, pero nunca los abrazos.
Cualquiera que ya no tenga a alguno de sus abuelos sabe la falta que nos hacen sus abrazos, sus risas, su cariño... y es que... ¿Quién no quiere volver a ser un niño para volver a creer en superhéroes y heroínas?



Nunca deberíamos ver a nuestros héroes morir.

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