domingo, 17 de marzo de 2019

Porque al fin y al cabo, eres una jodida guerrera.

A veces,
lo que uno más se merece es algo tan simple
como entrar en la ducha,
dejar el agua caer,
y tú debajo, calándote.
El agua cae sobre ti.
Y te permites a ti mismo llorar.
Así parece que duele menos.
Creo que tiene algo que ver con imaginar las lágrimas
yéndose por el desagüe.

No te ve nadie.
No tienes que hacer como si no pasara nada.
No tienes que fingir que no te duele.
No tienes que demostrarle absolutamente nada a nadie.

Lloras por él, por ti, por ese mensaje que no llegará nunca más.
Toca volver a aprender a vivir la vida sola.
Por ti misma.
Toca aprender a vivir sin esperar un mensaje de buenas noches,
ni mucho menos uno de buenos días.

A veces lo acepto.
Y me digo a mí misma que soy demasiado fuerte por aceptar que se ha acabado.
Pero después, me muestro cobarde,
aceptando que soy demasiado débil para dejarte ir.
Supongo que no se puede ser fuerte todo el tiempo.
Cada instante,
casa segundo,
cada minuto,
cada hora,
cada tarde,
cada día,
cada noche,
cada, cada, cada...
no se puede.
No somos de acero, joder.

A los que parece que no nos duele nada...
también nos duele.
Y quizá más de lo que la mayoría piensa.

"Hice tantas cosas por amor, que olvidé que yo también las merecía".

El agua sigue cayendo encima de ti.
Y al final terminas sonriendo.
Sonríes porque descubres que quien no está,
es porque de cierto modo no quiso.
Y tú no tienes la culpa.
Tú sigues peleando.
Sigues con la batalla de tu vida.
Y al final...
Vences.
Como siempre.
Porque al fin y al cabo,
eres una jodida guerrera,
y cariño, esas, a veces...
también lloran.


No hay comentarios:

Publicar un comentario