jueves, 30 de abril de 2020

Ojalá hubiese sido verdad.

A veces me dan ganas de creérmelo, de creer que sí, que decía la verdad.
Pero hay un momento en tu vida en el que después de todo el daño que has recibido no quieres creer a nadie más.
Y qué triste, pero es así.
Te joden la vida y luego no te quedan ganas de creer a nadie más.
Porque es así, joder.
Hay antecedentes que te hacen dudar.
Hay días en los que incluso tienes pruebas, pero intentas engañarte,
intentas creer que estás haciendo lo correcto.
Pero también piensas eso porque crees que ya es hora de que algo te salga bien.
Y no es justo.
Porque tú quieres, pero sabes que no debes.
Porque él tampoco ha sido claro,
te has ido decepcionando poco a poco.
Y quizá no sea su culpa, sino de los anteriores.
Pero por algo te sientes así, sabes que él tampoco está siendo bueno.
Y eso duele,
decepciona,
consume
e hiere.
Y no te lo mereces, joder.
¿Tanto cuesta quererse de verdad?
¿Tanto cuesta no engañar a nadie?
¿Tanto cuesta decir la verdad y decidir estar con una persona?
Sí que cuesta, sobre todo cuando ya es tarde.
Ojalá hubiese sido verdad, me habría encantado.

Adiós.

Asume tus errores como yo he asumido los míos.
Y no busques excusas absurdas para defenderte de lo malos que hemos sido los dos.

¿Sabes? Ojalá hubiese alguien. Ojalá.
Pero la verdad es que hace mucho tiempo que perdí las ganas de conocer a alguien nuevo.
Por culpa de personas con las que me he encontrado, porque ciertamente no sois tan diferentes.

Las personas se cansan.
Y cuando se cansan ya no hay vuelta atrás.
Porque esa persona ya ha aprendido.
Ya se ha preparado para irse y dejar de discutir.
Ya ha aguantado, soportado y tragado demasiado.

No se trata de que ahora que quieres yo no quiero.
Se trata de que cuando quise nunca quisiste.
Así que tú lo has dicho, por una vez que tu has querido,
no he querido yo por todas las anteriores.
Por tanto aguantar cosas que no me correspondían aguantar a mí.

Por eso, adiós.
Porque ya no soy un juguete al que seguir rompiendo.
Porque ahora te has dado cuenta de que se acabó de verdad.
¿Y eso, asusta no?
A mí antes también me daban susto muchas cosas por tu culpa.
Supongo que todo el mundo aprende a base de palos.
A ti te habrá pasado igual.
Solo que tú te refugias en algo que yo te hice y te olvidas de todo lo que hiciste tú.

Los dos no hemos sido buenos, y no voy a entrar a discutir en quien fue peor o no.
Ya me da igual.

No sé como esperabas que me resignara a tener una vida en la que no podía ser yo misma.
Lo típico.
No hables con tal.
¿Quién te ha hablado?
¿Por qué estás en linea?
¿Eso cuándo ha sido?
¿Por qué no me lo has contado?
¿Por qué no llevas el móvil encima?

Adiós.

Para cuentos, el mío.

Una vez más el cuento de hadas se te atraganta en la garganta.
No era un había una vez, ni un príncipe, ni una princesa esperando a ser rescatada.
No era eso.
Tampoco era un vivieron felices y comieron perdices.
Pero sí que era un cuento.
Un absurdo y bonito cuento que solo me creí yo.

He leído el cuento completo.
La trama era buena, tenía algo que enganchaba.
No todo era bonito, al fin y al cabo en las mejores historias pasa lo mismo.
No puede ser todo perfecto sin más, la historia tiene que engancharte y a mí me enganchó.
Cuando acabas de leer tu libro favorito, tu cuento, tu novela...
cuando acabas a veces sientes tristeza, otras alegría y otras sentimientos encontrados.

Con nuestra historia fue extraño.
Acabé de leerlo, porque siempre me obligo a terminar de leer lo que empiezo,
me cuesta mucho dejar un libro a medias, así que lo acabé.

No fue tristeza, no fue alegría, no fueron sentimientos encontrados.
Simplemente cerré el libro con un portazo imaginario.
Y supe que era hora de recuperar la vida que dejé por alguien que no dejó nada por mi.

El final de esa historia fue orgullo.
Amor propio.
Algo que ya no recordaba y, joder, yo siempre he sido de quererme a mí misma más que a nadie.
Fue decepcionante saber que en ese cuento, en esa historia la que se había perdido era yo misma.

Ahora hay un nuevo cuento, uno totalmente diferente, en la primera página ya salgo espada en mano,
fumando un cigarrillo cuyo fuego me ofrece el dragón más salvaje y libre que he visto en mi vida.
El dragón tiene unos preciosos ojos verdes como los míos, también está harto de tanto cuento y de que siempre lo pongan de malo.

Os adelanto que nos llevamos bien, ambos nos hacemos reír, ya nunca tengo frío gracias a su fuego.
Es tan salvaje y tan libre... que no sé como siempre intentan destruirlo.

Este cuento sin duda acabará bien. El dragón no me corta las alas, en cambio me deja volar con las suyas.