miércoles, 12 de abril de 2017

Hablo de querer y que te quieran.

Para sonrisas la tuya,
y para placeres mirarte.

Eres mi ciudad favorita,
a ti lo de ser solo persona se te queda pequeño.

Y es que un día me hicieron tanto daño que he aprendido a no hacérselo a nadie.
A ti solo quiero hacerte el amor.
A todas horas, cada día, por mil años.

Contigo no me da miedo tirarme al vacío y que no se abra el paracaídas.
Eres artillería pesada, chaleco antibalas y una maldita guerra nuclear.
Todo a la vez.
Arrásame.
Pero nunca te vayas.
También se puede arrasar de una forma preciosa.
Sin destruir, a sonrisas.

Contigo he aprendido el significado de mucho y bien.
Hablo de querer y de que te quieran.

Y solo puedo decir gracias a quien se fue.

Y alegrarme de que tú estés y vayas a quedarte.
Porque lo poco que puedo llegar a saber del amor lo he aprendido mirándote.
Observando cada detalle y proclamándome diosa a tu lado.
Simplemente por el divino placer de pertenecerte.

Y al hablar de pertenecer no hablo de enjaular.
Hablo de pura libertad a tu lado.

Desde que te fuiste ha llovido mucho.

Puede que a veces al hablar de lluvia en realidad se quiera hablar de lágrimas.
Desde que te fuiste ha llovido mucho.
Parecía que nunca iba a dejar de diluviar.
Ha llovido a mares, tormentas torrenciales y chaparrones horribles.

Ser el que se va puede que duela, no lo sé, nunca me he ido.
Pero te aseguro que ser el que se queda es jodido.
Hubo un tiempo en el que deseaba que jamás te hubieses ido.
Ahora solo pido que nunca vuelvas.

He vuelto a sonreír sin tener la necesidad de pensar que algún día podías volver.
He sobrevivido a tus mentiras, a tus besos, a tus abrazos...
¡Jódete! He aprendido a bailar bajo la lluvia.
Y ya no parece nada malo, ahora me gusta.
Jamás he disfrutado tanto viendo cómo poco a poco mi cuerpo se cala.

Has dejado de dolerme, he vuelto a reírme.
No hablo de ausencias, hablo de aprendizaje.
De los errores que no volveré a cometer.
De lo poco que voy a aceptar nuevas mentiras.
De lo que ya jamás le perdonaré a alguien.

No es rencor, es amor propio.
Y he descubierto que me quiero mucho.
Me amo y no necesito que alguien lo haga por mí.
Porque para que me quieran poco y mal ya tuve suficiente.