martes, 15 de enero de 2019

Ojalá luches por mí.

Darlo todo por alguien.
Sentir verdadera tristeza al comprender que no puede ser.
No, no puede ser.
Lo nuestro.
No.
Puede.
Ser.

Y llorar.
Y sentir que una vez más la vida te recuerda que para ti no hay nada.
Y vuelves a llorar.
Y vuelves a sentirte inútil una vez más.
Inútil por volver a enamorarte.
Inútil por volver a destrozarte a ti misma torturándote con tu propia mente.
Inútil por sentir que llegaste tarde a su vida.
Inútil por pensar que aunque habías llegado tarde merecía la pena.
Inútil por descubrir que no, que al menos para esa persona no valía la pena arriesgarlo todo.
Inútil por no ser suficiente.
Inútil por una vez más dejar que destruyan la coraza que llevo.

Llega. Te hace quererle. La coraza se rompe.
Sois felices. Y de repente un jarro de agua fría.
Vuelves a la realidad. Y te das cuenta de que realmente nadie está dispuesto a luchar por ti como tú por él.

Y de nuevo lloras.
La tristeza no desaparece.
Sabes que duele y dolerá siempre.
Sabes que cruzarte con el en la calle dolerá.
Sabes que no verle dolerá.
Sabes que no hablar con él dolerá.
Sabes que si te olvida dolerá.
Y si no lo hace también dolerá.
Porque eso significaría que aún sintiendo amor, no hizo nada para que todo no se fuera a la mierda.

Vuelves a llorar, vuelves a sentir esa angustia inmensa.
Sientes que todo se desmorona.
Todo está en contra.
Pero aún así, seguías luchando.
Sin darte cuenta de que esa persona ya no lucha.

Ojalá hubieras luchado por mí como yo te prometí hacerlo por ti.

Aquí llueve, llueve mucho.
Llover era nuestro código secreto.
Eso significaba te quiero.
Y por mucho que ahora duela sigue lloviendo.
Y lloverá siempre.
Porque si he aprendido algo es que llover es más que querer.
Y querer te quiero, pero más aún llueve. Y llueve muchísimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario